domingo, 23 de agosto de 2020

La piel que habito





Cuentan las leyendas escocesas que hay unas criaturas marinas llamadas “selkies”. Son focas que tienen la habilidad de quitarse su piel y convertiste en bellas mujeres (algunos hombres). Nadan entre las olas y cuando se encuentran con alguien que les agrada, llevan a cabo esta transformación, guardan su piel de foca y cuando lo creen conveniente regresan al mar y se la vuelven a poner para ser de nuevo focas. 

Cuentan también que algunos hombres descubrían dónde guardaban las mujeres sus pieles de foca y las escondían, condenándolas así a permanecer a su lado contra su voluntad.

Este mito (muy parecido al de las sirenas) me hizo pensar en cuántas veces nos quitamos nuestra piel, nuestra esencia para gustar y/o complacer a alguien más. Cuántas veces  hemos anulado nuestra identidad y ahogado a nuestro espíritu por encajar, por ser aceptad@s o amad@s. Cuántas veces incluso nos hemos avergonzado por ser quienes realmente somos y optamos por usar el disfraz según la ocasión.

El resultado no suele ser satisfactorio, y es que ir contra nuestra verdadera naturaleza es ir contra nuestra propia divinidad, es vivir fragmentad@s. 

Claro que es importante la pertenencia, somos seres de manada, de tribu, pero si por pertenecer tengo que dejar de ser quien soy, la realidad es que tampoco soy yo quien pertenece, sino la idea que he creado de mí en función a expectativas externas.


Por otro lado recordemos que la verdadera transformación siempre vendrá desde dentro, desde el interior, por un deseo genuino y personal, no por exigencias externas.
Cuando somos conscientes de que nuestro Espíritu eligió esta piel, esta mente, estas emociones, este cuerpo, esta vida para llevar a cabo su misión, no necesitamos ponernos otras pieles, ni intentar ser quienes no somos; porque así como es esta piel, que en la metáfora representa los cuerpos que habitamos, es perfecta. 

María Eugenia Márquez León
Terapeuta Humanista y Transpersonal
Facilitadora en Desarrollo Humano y Organizacional

 

miércoles, 5 de agosto de 2020

Timo, la glándula del Amor


Hace algunas semanas leí acerca del Timo, que es una pequeña glándula en el centro del pecho, se ubica pegadito al corazón, detrás del hueco que tocamos cuando decimos “yo”. Viene de la palabra griega “thýmos”, cuyo significado es “energía vital” y está vinculado con el corazón y el Alma,

No se habla mucho de él pero es de gran importancia. El timo crece cuando experimentamos alegría y se hace chiquito cuando experimentamos estrés. En estudios se ha rebelado que va disminuyendo su tamaño pasada la niñez (por qué será) pero se ha demostrado que sigue estando activo y no es “anormal” que se vea grande en la edad adulta.

El timo es uno de los pilares de nuestro sistema inmunológico, junto con las glándulas suprarrenales, mismas que colaboran con le hipotálamo y la glándula pituitaria para liberar hormonas básicas para la regulación de nuestro metabolismo y la espina dorsal Está también directamente conectado a los sentidos, la consciencia y el lenguaje.; hace conexiones hacia afuera y hacia dentro.
"Si somos invadidos por microbios o toxinas, reacciona inmediatamente produciendo células de defensa. Pero también es muy sensible a imágenes, colores, luces, olores, sabores, gestos, toques, sonidos, palabras y pensamientos."
Así pues el timo trabaja directamente con nuestras emociones, amenazas, regula y ajusta su tamaño en función a qué pasa con nosotr@s, ante la manera en que experimentamos la vida.

Estamos transitando por una situación que nos ha hecho tocar las polaridades, el dolor, la incertidumbre; quizá hemos tenido pérdidas en muchos sentidos y tal vez hemos tocado fondo. Hemos danzado entre el miedo y la esperanza, entre el enojo y la ilusión, y nos hemos sentido perdid@s, así que creo muy importante trabajar con nuestro timo. Hay cosas que no vamos a poder cambiar, pero sí podemos darle a esa pequeña glándula (que es tan grande en sus funciones) palabras, colores, notas, todas esas cosas que nos sacan la alegría y que nos ayudan a anclarnos al aquí y ahora desde un lugar donde lo que predomine sea el amor.


María Eugenia Márquez León
Terapeuta Humanista y Transpersonal
Fecilitadora en Desarrollo Humano 
y Organizacional